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¿Por qué molestarse con Linux?

Este artículo es una versión un poco más seria de mi video explicando las razones por las cuales Linux vale la pena. En ese video hablé más sobre las generalidades de Linux que merecen ser consideradas, sin embargo en este artículo hablaré primero sobre mi experiencia personal con Linux y después sobre la relevancia política de este sistema operativo.

Mi trayectoria personal

Técnicamente mi primer encuentro con Linux fue durante el último año de secundaria circa 2017. Francamente era bastante nerdo y me estaba volviendo bueno con la programación, y había escuchado de esta oscura cosa llamada Ubuntu en la cual era más fácil instalar y utilizar ciertas herramientas y librerías de Python (según yo iba a entrenar mi propia inteligencia artificial a la Jarvis de Iron Man). Fue aquí donde primero conocí el concepto de dual-boot, sin embargo más allá de eso y aún teniéndolo en mi unidad no aprendí mucho pues pronto abandoné la idea de programar en Linux. Probablemente ni siquiera arranqué el sistema más de cinco veces.

Sería poco antes del 2019 que realmente comencé a meterme al mundo de Linux. Bajo riesgo de sonar superficial, la verdad al inicio lo que más me llamó la atención fue la personalización y lo bien que se veía KDE Plasma. En ese entonces creo que no sabía que podía instalarlo sobre Ubuntu, o tal vez el elitismo de Arch ya me estaba logrando convencer, pero decidí aprender sobre los dos de golpe.

Aunque la imagen no es mía, algo así se veía mi entorno gráfico en ese entonces.

Definitivamente hice el proceso de instalación de Arch más de diez veces. Unas veces lo hacía porque me aparecía un error que no sabía solucionar, otras porque cometía un error para el cual pensaba que no había vuelta atrás y aún otras simplemente porque estaba tan perdido con lo que estaba haciendo (ya sea durante o después de la instalación) que lo consideraba mejor simplemente comenzar de nuevo. Esto lo comento en parte para reír, en parte para destacar que más o menos así es el proceso bajo el cual la mayoría de las personas se familiariza con Linux (o cualquier tecnología técnica), por lo cual no deberías frustrarte si tu experiencia es algo similar. Hoy cuento con la habilidad técnica suficiente como para reconocer que muchas de las razones por las cuales desinstalé y reinstalé se pudieron haber resuelto sin tal medida drástica, sin embargo no creo que hubiera logrado adquirir dicha habilidad sin primero contar con esta mentalidad de prueba y error donde uno es aventado para probar y en el error no pierde nada.

Pasé mucho tiempo personalizando Plasma y sus programas, primero su estética y después su funcionalidad. Fue aquí donde me di cuenta de lo amplia que era la libertad de personalización en este entorno. Casi me atrevo a decir que en verdad todo podía ser cambiado, si no mediante un GUI, sí en los archivos de configuración (razón por la cual me he encariñado más con Plasma que GNOME). Incluso recuerdo que, cuando comencé a conocer sobre el mundo de los gestores de ventanas en mosaico, me tomó mucho tiempo decidir soltar Plasma por uno de estos, pues siempre pude configurar KWin para que actuara como uno.

Eventualmente, sin embargo, me atrajo la idea de poder lograr lo mismo con menos recursos, y estos gestores de ventanas parecían lograr justo eso. Intenté i3 por un rato, pero fue dwm el cual verdaderamente me convenció. Ahora que sólo contaba con lo más esencial, verdaderamente me desarrollé en el mundo de la terminal y los programas dependientes en esta, lo cual de nuevo me abrió las puertas a un nuevo mundo antes desconocido. Saltándome mi tiempo de experimentación con ThinkPads viejas, Parabola GNU/Linux-libre, Libreboot y Artix, llegamos a donde me encuentro en el presente.

Todo esto lo menciono porque cada gran paso que tomé para adentrarme al mundo de Linux, desde instalar Ubuntu hasta decidir utilizar dwm, me fue revelando que el mundo del software libre es infinitamente mejor a comparación de lo que conoce la mayoría de las personas encerradas en Apple/Windows. Por más que yo escriba aquí, en realidad las diferencias y los beneficios sólo pueden ser apreciados por quienes han utilizado estas herramientas libres, especialmente si miran en retrospectiva, de tal manera que uno no logra comprender cómo pudo vivir tan limitadamente en el mundo del software propietario. Aún así, presentaré los dos argumentos de por qué considero que el software libre es mejor que el propietario, que son el argumento pragmático y el argumento moral.

Las computadoras como siempre debieron ser

La libertad que ofrece el software libre en un sentido pragmático es producto de la naturaleza del entorno bajo el cual se desarrolla. Mientras que el software propietario frecuentemente se desarrolla de arriba hacia abajo —por desarrolladores cuya preocupación principal es complacer a sus jefes que complacer y cumplir con sus metas—, el software libre se desarrolla de abajo hacia arriba, creado por uno o varios usuarios apasionados por el software que desarrollan. Para estos últimos desarrolladores, su software es menos un medio y más un fin, una obra creada por amor al arte. En el argot de Nassim Taleb, estos últimos tienen su alma en juego, hacen cosas por razones existenciales antes que financieras y comerciales y evitan la industrialización de su arte, mientas que los primeros son todo lo contrario. Esto hace que la experiencia de usuario sea radicalmente diferente entre los dos tipos de software desarrollados.

Los desarrolladores de software libre, al ser ellos mismos ávidos usuarios, generalmente tienen una mejor idea de qué es lo que los usuarios buscan de su software, y saben también que lo mejor es desarrollar herramientas flexibles para que el usuario las aplique a sus casos únicos, razón por la cual Linux es bastante personalizable. Esto es todavía más cierto para el software desarrollado bajo el modelo de código abierto, ya que al ser desarrollado por varias personas las herramientas desarrolladas son, con cada commit, diseñadas al rededor de las necesidades de diversos usuarios.

El desarrollo de software propietario, por otro lado, es completamente diferente. No viene de los usuarios, como es frecuentemente el caso con el software libre, sino que funciona, de nuevo, de arriba hacia abajo, de tal manera que se imponen cambios sobre los usuarios. Si alguna vez te preguntaste por qué Microsoft cambia la apariencia de Windows y Word todo el tiempo sin presentar algún beneficio claro en ello, es por esto. Su preocupación principal no es la calidad del software, ni mucho menos escuchar a sus usuarios, sino seguir tendencias a fin de mantener sus productos relevantes y así generar una ganancia.

Esto es real por cierto, tuve que investigarlo;
ilustra muy bien como Windows 11 no está interesado en
ser útil, sino sólo en las apariencias.

Esto aplica todavía más para las redes sociales y otros servicios que no sólo imponen cambios sobre sus usuarios, sino que aprovechan dicha posición para imponer cambios nocivos para sus usuarios —cambios que pretenden manipularlos, al menos, para pasar una cantidad enfermiza de horas en sus plataformas. Aunque, seamos sinceros, con lo ventajosa que es la posición en la cual se encuentran los proveedores del software propietario como servicio, ¿es realmente difícil creer que la utilizan por ganancia política y personal?

El lado ético del software libre

Ello da pié al segundo y más importante argumento a favor del software libre, el argumento moral. La realidad de las cosas es que la tecnología ha invadido demasiados aspectos de nuestras vidas, volviéndose algún tipo de leviatán que todo lo abarca, y mediante el software propietario, las grandes empresas se reservan el derecho de controlar cada vez más ámbitos de nuestras vidas. Ello es más que una cuestión de privacidad, como se presenta en el discurso popular, pues mientras más dependiente se vuelve la vida cotidiana en la tecnología, más vectores existen para permitir la ingerencia de quienes controlan dicha tecnología, y con ello, cada vez más derechos pueden ser violados. ¿Derecho a la libertad de expresión? Buena suerte con eso. ¿Derecho a la propiedad privada? No existe para ti en línea, pero nos reservaremos nuestros derechos de autor. ¿Derecho a la libre movilidad? No te preocupes, sabemos dónde estás.

No lo olvides, así es como te miran los tecnófilos.

Ahora bien, es cierto que el software libre probablemente no pueda resolver todas estas cuestiones —en realidad, quizá sea la dura realización de que no todo debe ser tecnologizado—, sin embargo, adoptarlo y adoptar su mentalidad de libertad e independencia indudablemente podrá ayudar a mejorarlos. Las redes sociales distribuidas son una excelente manera de proteger la libertad de expresión digital. Los usuarios pueden ser verdaderos dueños de lo que consumen si optan por opciones libres sobre plataformas propietarias y contenido con DRM. El rastreo de geolocalización de un programa puede ser deshabilitado por quienes puedan modificar su código. En resumen, el software libre permite que el poder quede en manos de los muchos usuarios, no de los pocos quienes crean el software, y vale la pena apoyarlo a fin de evitar una tiránica y totalitaria invasión de nuestros derechos. Linux, entonces, es la puerta principal hacia este ideal.

B E L I E V E